La fe cristiana frente a la corrupción

En este artículo tenemos como meta abordar el tema de la fe cristiana frente a la corrupción, es decir la forma en que nuestra convicción en el Dios de las Escrituras, nos lleva a responder a esta realidad. Empecemos por definir corrupción:

su origen latino alude a la ruptura deliberada de algo que, por ese motivo, pierde su naturaleza. Lo corrompido deja de ser lo que fue o lo que pudo haber sido, para volverse otra cosa: algo que se rompe, pero no desaparece. Lo que fue no deja su sitio a otra cosa, sino que conserva algún rasgo de sus orígenes, traicionándolos.” (Merino, 2013).

En el caso que nos ocupa, la corrupción no es un evento impersonal, sino que se materializa por agentes humanos, a los cuales se les entregó el poder político de una nación para el cumplimiento de ciertos fines, usualmente prefijados en la Constitución y la Ley, pero que alteraron ese propósito, para satisfacer intereses propios, es decir corrompieron la encomienda que les fue dada.

En ese sentido y con el fin de contextualizar el problema, Panamá, aparece actualmente muy cercano a los países considerados altamente corruptos, de acuerdo al índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, específicamente en el puesto 111 de 180 países, con un puntaje de 35. Esta clasificación recoge manifestaciones de corrupción tales como: soborno, desviación de fondos públicos, preponderancia de funcionarios públicos que aprovechan la función pública, posibilidad de los gobiernos de contener la corrupción y hacer cumplir mecanismos de integridad eficaces en el sector público, trabas administrativas y requisitos burocráticos excesivos que podrían incrementar las oportunidades de corrupción, mecanismos de integridad eficaces en el sector público, nombramientos en la administración pública efectuados en función del nepotismo, en vez del mérito, enjuiciamiento penal efectivo de funcionarios corruptos, leyes adecuadas sobre divulgación financiera y prevención de conflictos de interés para funcionarios públicos, protección legal de denunciantes, periodistas e investigadores cuando informan sobre casos de soborno y corrupción, captura del estado por intereses particulares, acceso de la sociedad civil a información sobre asuntos públicos, para beneficio personal, sin afrontar ninguna consecuencia.

“El Índice de Percepción de la Corrupción (CPI por sus siglas en inglés) es el principal barómetro internacional de la corrupción en el sector público y ofrece una panorámica comparada de este fenómeno en 180 países y territorios. El índice se basa en trece fuentes de datos que consisten en evaluaciones de expertas y expertos provenientes de las ciencias sociales del sector privado.” (Transparency International, 2021).

Esta percepción no es solo una cuestión de los especialistas, basta con sentarse un rato a mirar los medios de comunicación, redes sociales o escuchar las conversaciones del panameño, para entender que existe una clara opinión y casi consensuada entre la población, de que todo lo relacionado a la vida del Estado esta sucio o contaminado de actuaciones deshonestas, de aquellos que detentan o administran el poder público.

Razones existen, para que se tenga esta impresión, ya que desde nuestra entrada a la llamada era democrática (1990-2021), hemos sido testigos de constantes escándalos relacionados con actos de corrupción, que han tenido como protagonistas a diferentes servidores públicos en los tres poderes del Estado.

Ante esta realidad, los cristianos no podemos aislarnos, sino que debemos recordar que este mundo pertenece a nuestro Dios (Salmos 24:1,2, 146:6), y no hay una sola cosa del quehacer de la sociedad en la que nosotros como cristianos no debiéramos tratar de impactar con nuestra visión bíblica de la vida y la afirmación del señorío de Cristo sobre todas las cosas.” (Núñez, 2020, p. 6). Esto involucra también la política y la vida del Estado.

Por ello, te invitamos a reflexionar en cuatro maneras en que la fe cristiana enfrenta la corrupción:

  1. DIOS DESAPRUEBA LA CORRUPCIÓN.

Los actos de corrupción están en su mayoría asociados a conductas que son contrarias al carácter de Dios revelado en su Ley, en cuya naturaleza está presente la justicia y la rectitud. Algunos actos de corrupción que Dios condena en las relaciones de los hombres son: el soborno (Éxodo 23:8), la parcialidad y falta de igualdad en la aplicación de la justicia (Levítico 19:15), la explotación del pobre (Amós 2:6), atentar contra la vida de los seres humanos hechos a su imagen (Génesis 6:5-6, Salmos 9:12).

Dios nos revela en las Escrituras, que el poder político no es el medio por el cual restaurará a este mundo a uno de perfecta justicia (2 Pedro 3:13), pero lo que se haga con el mismo, también revela lo poco que los hombres han tenido en cuenta a Dios (impiedad), desde la caída, y en el posterior desarrollo de la sociedad. Y por ello también el juicio de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que, en sus culturas construidas sin reconocer a Dios, rechazan y obstruyen la verdad, ejerciendo gobiernos marcados por el engaño y la avaricia (Romanos 1:18-32).

De manera que, si algo ofende a nuestro Señor, también debe ser rechazado y desaprobado por su Pueblo, que deberá procurar abstenerse de todo comportamiento corrupto, no porque simplemente lo dispongan las normas que regulan la conducta humana y que emanan del poder político a través un legislador humano, sino porque es una muestra de rebelión abierta contra el soberano Dios.

2. UN PAÍS CON MENOS CORRUPCIÓN, EMPIEZA CON ORACIÓN Y PREDICACIÓN.

El Apóstol inspirado por el Espíritu Santo, escribe a Timoteo (1 Timoteo 2:1-6) que Dios ordena a su pueblo orar y pedir por toda la humanidad, especialmente por los que ocupan el poder. Luego Pablo nos explica las razones por las cuales nuestro Señor, requiere esto de la Iglesia.

Dios quiere que como cristianos mostremos misericordia aun por nuestros gobernantes injustos, al interceder por ellos. Nuestra instrucción no es promover un golpe de Estado, ni la alteración del orden público y la armonía de la comunidad por medio de protestas y manifestaciones violentas en contra del gobierno, sino que la instrucción bíblica es que oremos por nuestras autoridades, a fin de que podamos vivir en paz y tranquilidad con ellas, en reverencia hacia Dios en todo aspecto de nuestras vidas, quien es el soberano que esta sobre ambos grupos, gobernantes y gobernados.

Aún Pablo, añade que la voluntad o deseo de Dios, es que todos los hombres sean salvados y reciban el conocimiento de la verdad, lo cual incluye a los gobernantes, el equivalente actual de un presidente, ministros de estado, legisladores y magistrados, aún si estos son corruptos, pues esto refleja que la bondad y misericordia de Dios se extiende a toda persona sin importar su trasfondo, historial o reputación social.

Debemos orar, pero también debemos procurar la enseñanza y proclamación pública del Evangelio, ya que Dios no solo extiende su salvación, sino el conocimiento de la verdad, que transforma la manera de entender la vida. Este conocimiento salvador resultará en la transformación de nuestras autoridades, que luego en su condición de ciudadanos, y en respuesta a la salvación que Dios ha operado en ellos, procuraran la transparencia y la integridad, en sus funciones como servidores de la nación.

Un gran ejemplo, de cómo el evangelio de la gracia de Dios ha podido influenciar sociedades y culturas, haciendo de estas, naciones más justas, transparentes y prosperas, lo encontramos en el movimiento de la Reforma, que significó un regreso a las Escrituras y los valores bíblicos, que sin duda terminaron por afectar la vida de los países que la abrazaron, con un crecimiento y avance importante en sectores y materias como la educación, la política, las ciencias, la justicia y la economía.

Ejemplo de esto fueron: Suiza, Países Bajos, Inglaterra, Canadá y Estados Unidos.

 Este éxito, debe ser plenamente atribuido al regreso de las personas a Dios, contrario al humanismo secular que piensa o enseña que resolveremos nuestros problemas como civilización, con el solo uso de nuestra razón.  

 Conclusión:

  • En esta primera entrada, hemos podido ver que el tratamiento de la corrupción en el Pueblo de Dios, empieza por un mejor conocimiento de su carácter y voluntad frente a la actuación y proceder humano en todo aspecto de la vida, incluyendo su participación la vida política y del Estado.
  • También profundizamos en la enseñanza apostólica mediante la cual Dios instruye a Iglesia local, para que se dedique a la oración por todos los hombres, incluyendo los gobernantes sean estos justos o injustos, reflejando así la misericordia de Dios por los perdidos y su deseo de alcanzarles, pero intercediendo también para que nos conceda llevar una vida de reverencia y devoción, ante nuestro supremo gobernante, juez y legislador, Jesucristo.

En la segunda entrada, desarrollaremos como nuestra fe tiene implicaciones en nuestra vida civil, que confrontan directamente las manifestaciones de corrupción en nuestro entorno.

Autor Invitado: Idris K. Santana C.

Idris tiene 27 años y está cursando el final de Licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas, Universidad de Panamá. Entre sus pasatiempos están los deportes y la lectura, su comida favorita son las hamburguesas (rápida), pollo frito, arroz y arvejas amarillas (típica).

 

En Letras Con Sal damos fe de su amor por Cristo y su deseo de ser usado por el Señor a través de su profesión.

2 comentarios en “La fe cristiana frente a la corrupción”

  1. Que el Señor les siga usando, magnífica exhortación, conociendo más el carácter del Dios y Soberano, Creador.

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