No cabe duda que en un mes como este, un tema obligado a tratar es la Biblia y su relevancia para la sociedad de hoy día. Sin embargo, para algunas personas puede que la sola idea de leerla o ponerle mucha atención represente una amenaza a su estabilidad mental o simple y sencillamente les resulte aburridísima semejante tarea. Mucho más triste es cuando se trata de creyentes del Señor que ven a la Biblia como algo pesado, o tan solo para meditar un par de versículos al iniciar el día de forma breve y compartir en un estado de WhatsApp. Difícilmente habrá una mayor intimidad con Dios sin una intimidad con Su Palabra.
La Biblia: El Libro de libros
Empecemos por definir qué es la Biblia. La Escritura (La Biblia) es un todo, es la Palabra de Dios, en su diversidad (muchos autores) y unidad (un solo Autor). Es un conjunto de varios libros (66) que apuntan a una misma historia, la gran historia redentora y creadora de Dios que alcanza su punto máximo en la persona de Jesús. Es un material escrito por elementos humanos pero inspirados de forma divina y armoniosamente sobrenatural.
Lucas 24:27 (RVC) – Y partiendo de Moisés, y siguiendo por todos los profetas, comenzó a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él.
Cuando nos acercamos a la Biblia, nos acercamos a un libro vivo. Que más que leerlo nosotros, ese Libro nos lee a nosotros. No obstante, como ya he mencionado, pueden presentarse ciertos mitos o tabúes que nos pueden terminar alejando de las Sagradas Escrituras y todo su abanico de bendiciones, veamos algunos de ellos a continuación.
Ahora digamos que usted se encuentra en un punto intermedio, considerando si va a estudiar la Biblia en serio, pero aún tiene ciertos paradigmas que le impiden sumergirse en el texto bíblico, y además no tiene mucha idea de por dónde empezar, si por Génesis o por Mateo, quizás ir directo a un diccionario bíblico. Este artículo es para usted.
Mitos y Falacias
- Mito: Es difícil. Para hacer un estudio de la Biblia tengo que ser un experto.
Verdad: No podemos negar que requiere su esfuerzo, pero tenemos muchos recursos y materiales en los cuáles podemos apoyarnos para nuestro estudio, sumado a la ayuda del Espíritu Santo, el maestro y guía por excelencia.
- Mito: Eso lo debe hacer el pastor, el líder o maestro de escuela dominical. No es necesario que todos lo hagamos, leer la Biblia mucho te vuelve loco o fanático.
Verdad: Es una tarea para todo creyente que desee una espiritualidad saludable (Jn. 5:39-40; Hechos 17.11), no está solo bajo la responsabilidad del liderazgo y, muy por el contrario, el conocimiento bíblico bien aplicado trae sabiduría a la vida.
- Mito: Estudiar la Biblia es aburrido y tedioso, muy complicado. Dios no me llamó a eso, sino a servirle en otro ministerio.
Verdad: Es probable que no todos tengan un llamado a servir en el ministerio de la Palabra, pero todo ministerio y todo servidor debe estar en contacto con la Palabra.
- Mito: Es suficiente con tener mi lectura devocional; o leer de internet una reflexión, así me edifico, y de esa forma estudio la Biblia.
Verdad: Cuidado con permitirnos sutilmente comprar la mentira del conformismo espiritual. Estos recursos son excelentes, sin embargo, si representan una dependencia para poder tener un tiempo de meditación en la Palabra, puede ser peligroso. No hay comparación con estudiar el texto uno mismo directamente.
- Mito: Soy nuevo en la fe, no puedo hacer un estudio por mí mismo.
Verdad: Esto puede ser cierto, hasta suena lógico, sin embargo, no debemos olvidar que no estamos en este camino solos, pertenecemos a una familia llamada Iglesia, y una de sus principales tareas es la formación y enseñanza de los suyos (Mateo 28:20). Acércate a tu pastor o hermano de confianza y compártele tu deseo de crecer en la Palabra de Dios.
Pautas para el acercamiento a La Biblia.
Podemos practicar algunos principios a nivel personal para obtener un mayor provecho en nuestras vidas al acercarnos a la Biblia:
- Pida siempre en oración con actitud humilde y expectante, la dirección del Espíritu de Dios para entender lo que lee: no hay otra manera.
- Léala con regularidad. Pero no como libro horóscopo o algo mágico, sino como GPS del cielo para vivir.
- Utilice más de una versión, y una que pueda comprender.
- Léala como un todo.
- Use la imaginación al leer.
- Léala sistemáticamente. Puede apoyarse en los planes de lectura que existen.
- Actuamos frente a lo que leemos: obediencia.
- No debe limitarse a una dieta de promesas ni de pensamientos piadosos.
- Avance poco a poco. No frustrarse si no comprende al momento un texto. Es recomendable tener ayudas literarias pero que no sustituyan su trabajo personal.
- No buscar el método perfecto para estudio bíblico sino crecer como exégeta y añadir con cuidado herramientas para tener una mejor comprensión del texto bíblico ¡Le recomendamos que siga pendiente de nuestras próximas publicaciones!
- Estúdiela con cuidado, seriedad y con el propósito de escuchar y conocer al Dios vivo que se revela en Su palabra viva y poderosa; no se limite al plano académico-intelectual.
- Tenga en cuenta que el personaje central de La Biblia, Antiguo y Nuevo testamento, es el Señor Jesús y su obra. Toda interpretación debe conectarse en Jesús.
Quisiera cerrar recordando una consulta pastoral: La Iglesia y su relación con la Palabra realizada en septiembre 2009, organizada por CEC en torno a la urgencia y vitalidad de la Palabra de Dios para la Iglesia, rescato algo que un pastor mencionó en esa ocasión hablando sobre La Crisis de la Palabra en la Iglesia evangélica postmoderna:
La iglesia panameña está debilitada por su falta de contacto y compromiso con la Palabra de Dios. Esta triste situación está solo produciendo convertidos cristianos en vez de producir discípulos de Jesucristo. Muchos de estos hermanos no crecen espiritualmente y se hacen dependientes de sus líderes y pastores, en vez de depender de Dios y de Su Palabra. En el mejor de los casos se quedan como bebes espirituales con luchas continuas en la carne y en el peor se desaniman, dejan la fe y regresan a su condición anterior (1 Corintios 3:1-3, Hebreos 5:12-14).