Pedro, discípulo íntimo de Jesús, escribe lo siguiente en su primera carta:
“Dios les hizo saber que su tarea no era para ellos mismos, sino para nosotros, y que sólo administraban lo que a ustedes ahora les anuncian aquellos que les han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo. Éstas son cosas que aun los ángeles quisieran contemplar”.
1 Pe. 1:12 – RVC.
Gloriosa, emocionante, ineludible, esperada, envidiable e incomparable…algunos adjetivos para describir la misión encomendada a la Iglesia. La tarea que nos comisionó el Señor ¡a todos! Por otra parte, el plan de redención, los sufrimientos, la gracia y la gloria, estas “cosas” no surgieron luego de la ascensión del Señor, sino que, desde hace siglos varios profetas lo habían anunciado, por supuesto, de forma limitada, y ahora en el Nuevo Testamento era una realidad. Revisemos nuevamente nuestro pasaje para percibir un poco este inmenso privilegio que tenemos:
“Se les dijo que los mensajes que habían recibido no eran para ellos sino para ustedes. Y ahora esta Buena Noticia les fue anunciada a ustedes por medio de aquellos que la predicaron con el poder del Espíritu Santo, enviado del cielo. Todo es tan maravilloso que aun los ángeles observan con gran expectación cómo suceden estas cosas”.
1 Pedro 1:12 – NTV.
Me gustaría alguna vez asistir a uno de los shows del Cirque du Soleil; he visto algunas de sus funciones por televisión, son impresionantes y te mantienen al borde del asiento. Y algo muy importante para mí es que no involucran animales, además de que no hay nada comprometedor hacia mis convicciones. Recuerdo el show de “Alegría” cuando era niño, es extraordinario. Hoy, pensando en este pasaje, si el plan de redención a través de Cristo, revelado en toda la Biblia es un espectáculo cósmico divino, un despliegue de misericordia, de amor y, en el que todos los creyentes estamos llamados a participar, entonces los ángeles han sido los primeros en comprar tickets en primera fila para verlo ¡entradas agotadas en un par de minutos! Somos la envidia del cielo, en el sentido de que tenemos el honor de ser agentes activos en la misión de Dios de predicar el evangelio y hacer discípulos. Agentes de su reino y no meros espectadores.
Si hacemos memoria los ángeles han tenido su papel en esta gran historia de redención. Cuando los ángeles anunciaron el nacimiento del Señor Jesús, cantaron: “Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2:14)”. Y el autor de Hebreos los llama también servidores de Dios (Hebreos 1:14).
Pero, los llamados a ser instrumentos de Dios en el avance de su reino somos usted y yo, la Iglesia. Esta tarea se le suele llamar misión. Un término amplio y con muchos matices, no obstante, diría con mucha prudencia que hay elementos de la misión que son vitales y no negociables, a saber: predicar el evangelio, hacer misericordia y el formar discípulos. Sobre este último aspecto nos enfocaremos pensando en el pasaje de la carta de Pedro.
Discipulado. Sin duda, una enorme responsabilidad. Ningún ángel lo hará, no es su tarea. No evangelizan, ni mucho menos acompañan a otros de forma cercana en sus primeros pasos de fe. Los ángeles no discipulan. Ahora, una pregunta obligada aquí es por qué es tan poco frecuente (o eso parece) el que la iglesia haga discípulos. La realidad es que debería ser algo de primera importancia en la agenda local y global.
El concepto “discipulado” puede generar diferentes definiciones, no obstante, viendo en la Biblia el caminar íntimo, poderoso y dinámico que llevó a cabo Jesús, abogo por un proceso relacional. Agradezco a Dios por el tremendo modelo de discipulador y mentor que tuve. Ahora, permítame proponer tres razones por las que el discipulado es un todo un honor, un desafío increíble y parte de la envidia del cielo:
- Es una responsabilidad santa: Es un reto que necesita de hombres y mujeres santos en su forma de vivir. Santidad del maestro y del discípulo. En este pasaje de Pedro se menciona esto reiteradamente como algo primordial (1:15-16, 22; 2:5, 9). Ya se mencionó en un artículo anterior, se trata de madurar en santidad yo, antes de fomentar la madurez espiritual de otros.
- Es una tarea integral: El discipulado abarca a toda la persona y no únicamente lo que tiene que ver con su crecimiento espiritual o su “alma”. Pedro nuevamente es un buen ejemplo de esto, recordemos que Jesús no se enfocó únicamente en que aprendiera buena doctrina, o supiera cómo orar, sino que se preocupó por su familia curando a la suegra que estaba enferma en su casa (Marcos 1:30-31). No sabemos si fue motivo de felicidad para Pedro, pero fue sanada la doña. Podemos discipular al visitar a ese familiar de nuestro discípulo que está enfermo o necesitado.
- Es una alegría única: Ver el crecimiento de otro cristiano es toda una alegría. Desde compartirle el evangelio hasta que esa persona se multiplica en otros. Si bien es cierto, este trabajo rara vez genera una remuneración física y muchas, muchas veces suele ser ingrato y duro, vale la pena. Nació en el corazón de Dios. No es un show, ni un evento de entretenimiento. Mejor que eso: es salvación, libertad de pecado y condenación y vida eterna, transformación. ¡Asombroso!
Discipular es amar, es estar allí, caminando al lado del discípulo, no solo transmitiendo conocimientos doctrinales o experiencias, sino andando en el camino, en la barca y tras las huellas del Maestro. El discipulado es esa relación íntima de amistad que nos acerca a ambos a Jesús.
El cielo nos observa. Los ángeles están al borde de su asiento. El Señor de la obra nos ayuda. La misión en este mundo pasajero es una función gloriosa de cinco estrellas en el cielo con impacto en lo eterno. Y lo mejor de todo: la entrada es gratuita. Amada iglesia: hagamos discípulos.
Es muy cierto que el discipulado no ocupa el lugar que debiera estar en la Iglesia, preferimos organizar conciertos que no edifican como lo hace el discipulado. Perdemos la visión que es un privilegio que Dios nos ha otorgado. Gracias por mantenernos enfocados a lo que es prioritario. Dios les siga usando en este ministerio y nos haga comprometernos más con el mismo.
Amén, gracias por leernos Greiza. Que el Señor nos ayude en esta tarea tan importante.
¡Saludos!